“Acostumbrada a lidiar con el vaivén forzoso de las olas y retener
en mi cuerpo la fuerza, la indomable bravura del océano, soporto en soledad el
genio impío que Neptuno vuelca al interior de mis sienes.
Mi canción sólo era el sonido de un lamento. Una botella
vacía con el mensaje encriptado de mis males, continente de un vértigo absoluto
de existencia. Un bramido en desesperación, más de muerte que de vida. La soledad
recóndita y desgarrada de un trozo de alma durmiente.
Quizás sólo mi locura, queriendo desprenderse de la razón que
habito, deseosa de lanzar cohetes para huir hacia la nada del espacio.
Desde un bosque de algas submarinas, desde el tapiz de
nenúfares coronando el estanque de mi vida. Desde el más profundo y lejano
lenguaje de las inquietas aguas. Abisales adentros que nadie más vió.
Trazando la sinuosa estela del absurdo, mi voz te pedía
un socorro que apenas yo podía atender. "Pilar de César